Métete en las llagas de Cristo Crucificado
“Seguir a Cristo, ese es el secreto…”
San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, dice lo siguiente: “Debemos acompañar a Cristo tan de cerca que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identificamos”.
Mi amado Tony y yo vivimos el 2020 como un año que nos ayudó a entrar en las llagas de Cristo Crucificado de una manera muy personal cuando le diagnosticaron una forma agresiva de cáncer. En medio de una pandemia mundial, la Divina Providencia también nos dio esta oportunidad de entrar en las llagas de nuestro Señor como nunca habíamos experimentado realmente...
Tony y yo no solo hemos sobrevivido a estas pruebas; estamos prosperando en nuestro crecimiento espiritual hacia la santidad como pareja casada. Nuestros cuerpos pueden debilitarse... ¡pero nuestro espíritu se eleva hacia la meta!
La Cuaresma de este año, nos ofrecerá otra gran oportunidad de tomarnos un tiempo para meditar las páginas del Evangelio y adentrarnos en los escenarios de la vida de Cristo, como un personaje más, y así nos ayudará a sentir y contemplar con amor, el verdadero sufrimiento. Jesús sintió. “Un hombre como nosotros, y verdadero Dios, que ama y sufre en su carne por la Redención del mundo”. Esta experiencia abrirá mejor nuestro corazón a la Pasión del Señor y nos permitirá contemplar a la Santísima Humanidad de Cristo que, en su afán de hacerse uno con nosotros en nuestro camino, se nos revela con toda su debilidad humana y con todo su esplendor divino.
Maduramos espiritualmente y nos fortalecemos junto a la Cruz, donde también encontramos a María, nuestra Madre.
También rezaremos juntos el Via Crucis. Recordando que no es una oración triste. La alegría cristiana tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es camino de dolor, es también camino de esperanza y de victoria segura. Como aprendemos de los santos: “pensad que Dios quiere que seáis felices y que, si hacéis lo que podéis de vuestra parte, seréis felices, muy felices, muy felices, aunque nunca os falte la Cruz. Pero esa Cruz ya no es un tormento, sino el trono desde el que reina Cristo. Y junto a él, su Madre, nuestra Madre también. La Santísima Virgen os dará la fuerza que necesitáis para marchar resueltamente tras las huellas de su Hijo”.